SAN CORNELIO
Papa XXI
(marzo 251 - junio 253)
Verdad y leyenda.
Muchos de los que reunían condiciones para ser elegidos estaban en la cárcel. Pero en la primavera del 251 la persecución se detuvo. Novaciano, contra sus esperanzas, no fue papa; el clero y el pueblo prefirieron a Cornelio, que puede tener alguna relación con la familia patricia de este nombre. La razón de la preferencia parece simple: el rigor sistemático de la persecución de Decio había multiplicado el número de quienes ocultaban su condición de cristianos o, incluso, ofrecían sacrificios a los dioses. Ahora querían volver a la Iglesia. Cornelio, a quien san Cipriano describe como amable y sin ambición, se inclinaba al perdón y a la reconciliación. Novaciano rechazó la elección y encontró a tres obispos dispuestos a consagrarle papa; la Iglesia se encontró nuevamente en cisma. Se ahondaron las diferencias en torno a esta cuestión: si los pecadores arrepentidos deben ser perdonados. Cornelio juzgó imprescindible que su doctrina fuera admitida en toda la Iglesia, porque se encuentra en la raíz del cristianismo. Por otra parte, Novaciano había escrito un tratado Sobre la Trinidad que podía ser acusado de tendencias subordinacionistas, ya que afirmaba que la divinidad de Cristo estaba subordinada al Padre como la del Espíritu Santo se encuentra subordinada al Hijo.

En el otoño del año 251 un sínodo, al que asistieron más de sesenta obispos, se reunió en Roma. Contaba con un precedente: san Cipriano, obispo de Cartago, al contemplar el problema de los llamados lapsi (los que cedieron ante la persecución para salvar su vida), concluyó que una verdadera y fructuosa penitencia conduce al perdón de los pecados y que el rigor extremo de Novaciano no estaba de acuerdo con la tradición cristiana. Dionisio de Alejandría se sumó también a las conclusiones del sínodo de Roma que había excomulgado a Novaciano. Faltaba la cuarta de las grandes sedes, Antioquía, y Cornelio escribió al patriarca Fabián comunicándole los acuerdos: los fragmentos que Eusebio ha conservado de esta correspondencia son reveladores. Cornelio explica en ella cómo la sede romana había alcanzado grandes dimensiones: aparte de los numerosos presbíteros que, por delegación suya, administraban los sacramentos, había siete diáconos, otros tantos subdiáconos, 42 acólitos y 52 ministros más entre lectores y ostiarios. Los lectores tenían gran importancia; se exigían especiales condiciones de instrucción y cultura.

Papel de san Cipriano.
El reconocimiento que san Cipriano de Cartago hizo de la primacía de Roma, es un dato de importancia; no se limitaba al honor, sino que se hacía extensiva a la jurisdicción. Así, al denunciar la extensión del novacianismo a Arles, entiende que es el papa quien debe corregirlo destituyendo al obispo de aquella sede. La tesis que san Cipriano parece sostener es que «de la silla de Pedro», que es «la iglesia principal», «procedió la unidad de los obispos». En esta unidad, que se forma sobre el vínculo de la caridad, reconoce sin la menor duda que Roma es «el lugar de Pedro». En su tratado sobre la unidad de la Iglesia, el obispo de Cartago trae a colación el pasaje de Mt. 16, 18, en el que Jesús llama a Simón la Roca y concluye que «la unidad se deriva de uno solo». Todos los apóstoles, de quienes los obispos proceden, son iguales en su ministerio, pero únicamente a Pedro se confió la misión de salvaguardar la unidad. Este razonamiento lógico le llevaba a la conclusión radical: «el que abandona la cátedra de Pedro ¿cree estar aún dentro de la Iglesia?»; es compatible con la conciencia que Cipriano tuvo de atribuir dimensiones muy amplias a los poderes de cada obispo en su Iglesia local.

Aunque sólo se hayan conservado fragmentos de la carta a Fabián de Antioquía y de dos epístolas a Cipriano, es aceptable la noticia de que Cornelio escribió otras varias, de contenido doctrinal. Cuando el emperador Galo (325-354) renovó la persecución en junio del 352, acusando a los cristianos de propagar la peste, Cornelio fue desterrado a Centumcellae (Civitavecchia), donde murió, al parecer un año más tarde. Su cuerpo fue llevado a Roma para ser depositado en la cripta Lucina de las catacumbas de San Calixto; por vez primera, su lauda sepulcral se redacta en latín y no en griego. No hay base histórica para otras leyendas, como la de su martirio.

Siglos más tarde se extendió por Inglaterra una leyenda que, en razón de su nombre, le convertía en patrón del ganado, representándole con dos cuernos. Y en Bélgica se le asignó la curación de los epilépticos a los que, en la Edad Media, se hacía respirar el nauseabundo olor de cuerno quemado.

Según el historiador Sócrates, Novaciano murió mártir o confesor el año 258 durante la persecución de Valeriano (253 - 259/60). Una tumba hallada en 1932 en la vía Tiburtina parece confirmar este dato; pero no hay seguridad absoluta de que se trate del famoso antipapa y no de otro mártir de igual nombre. San Jerónimo menciona nueve obras suyas, aunque advierte que escribió algunas más. Ellas permiten una aproximación a su doctrina, caracterizada por el rigorismo: rechazaba las prescripciones alimenticias judías, prohibía a los fieles la asistencia al teatro, circo y toda clase de espectáculos, era muy riguroso en la fidelidad absoluta dentro del matrimonio, único, y del que excluía a viudos o viudas, y exaltaba la defensa de la virginidad.


Paredes, Javier. Diccionario de Papas y Concilios. Barcelona: Editorial Ariel, S.A.

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